miércoles, 19 de febrero de 2014

EL ROSTRO OCULTO DE MARILYN VII









Cap. VI1

Sueños reveladores y premonitorios

José de Cádiz


Pasamos una velada agradable y nos quedamos a dormir en el yate. En el camarote me sentí inquieto ante la cercanía de Marilyn que dormía profundamente. Decidí que no era el momento de satisfacer mis deseos, y el sueño me venció completamente.  Jamás me aprovecharía de una mujer en aquellas circunstancias.

Me despertó tempranito el canto de las gaviotas. Me asomé por una ventana bostezando y con mucha sed.  Pardeaban las primeras luces del alba y habíamos regresado nuevamente al puerto. El yate se mecía suavemente cual palmera perezosa. Contemplé a la actriz dormida, y me pregunté: qué soñaba para tener esa sonrisa tan plácida. Su posición era parecida a la de un feto.

Tal vez añoraba pasajes de su niñez, ¿acaso tenía fantasías oníricas de la felicidad que se le escapaba? Quizá de esa manera evadía una realidad que la asfixiaba. De algo estaba yo seguro: la estrella no hubiera querido despertar jamás. Me levanté sigilosamente y me dirigí al baño. La regadera despejó cualquier vestigio de alcohol.

Abrí la puerta del camarote y observé un carrito simpático conteniendo el más suculento desayuno: Frutas, yogurt, jugo de naranja, café, pan tostado. Era obvio que la cocinera conocía los gustos culinarios de Marilyn.  Regresé a la recámara, y la actriz ya se había despertado. Me saludó con  una sonrisa:

--Hola, tesoro, ¿qué hora es? –-y se tocó suavemente las sienes.

Cerró nuevamente los ojos, situación que aproveché para poner una uva en sus labios.  Traje el desayuno y le dije quedito al oído:

--Tengo que reportarme a la jefatura, preciosa.

Argumentó:

--No te preocupes, llamaré ahora mismo a la Capitanía del Puerto para informar que sigues de guardia conmigo. ¿O no está Ud. para cuidarme señor policía?

Sonrió e hizo la llamada.  Luego se fue directamente a la regadera. Escuché las gotitas de agua como perlas en tropel que parloteaban. Salió envuelta en una toalla y se cambió con ropa ligera. Desayunamos y comentó inquieta:

--Anoche tuve un sueño que me impresionó sobremanera. Una águila me perseguía y atrapaba en sus garras.  Era enorme, y yo no me podía zafar, estaba aterrorizada.  Luego llegaron unos buitres y se disputaron mi persona como trofeo. Suelo tener pesadillas desde que abusaron de mí.


--Los sueños revelan lo que no hemos logrado superar... 


--También tengo sueños hermosos. La otra noche volaba encima de un precioso lago, y repentinamente me caía gritando asustada.  Mi madre vino en mi auxilio y me trasladó en sus brazos. Me sentí feliz al verla.  ¿Sabrá ella que estoy sufriendo? ¿Existe la gloria y el infierno?

--El alma sobrevive cuando partimos. El infierno lo podemos vivir ocasionalmente cada día.  Si gozas estás en la gloria y si sufres es todo lo contrario. En el mundo astral podemos comunicarnos con nuestros difuntos. Morir es tan natural como nacer. Nadie se extingue del todo.

--Qué interesante, ¿y no te da miedo esa información?

--Estoy familiarizado con el tema. Finalmente todos partiremos algún día y será mejor no temer.

--A la mayoría nos aterra la muerte.  pensamos que todo termina con el último suspiro.

--Es por desconocimiento.  Cuando creemos en una vida más trascendente, desaparece el miedo.

--¿Mi madre me observará desde el cielo?

--Ella sabe que estás sufriendo y tratará de ayudarte.

--Pues ojalá y sea pronto, porque la vida me tiene muy acorralada. Siento que me faltan fuerzas.

Nos dispusimos a abandonar el yate y regresar a nuestras respectivas actividades. A la salida la cocinera le entregó un telegrama a Marilyn. Ella palideció al leerlo:

--¡Dios mío! Es una demanda de mi compañía cinematográfica por incumplimiento de contrato.  Quieren que regrese ahora mismo a continuar filmando o pagaré un millón de dólares. ¿Qué hago, Joe?

Temí que mi respuesta fuera contraproducente y le dije:

--Haz lo que dicte tu conciencia. Toma la mejor decisión. Eres la única que puede elegir.

--No quiero irme aún. Hace tiempo que no experimentaba la tranquilidad de una playa.

--No te aflijas que todo saldrá bien. A veces hay que arriesgarse y desafiar las circunstancias. Si te quedas será excelente. Si te vas sabré comprenderte.

Se hizo un silencio prolongado y nos miramos con tristeza.   Tampoco quería que se marchara pero no quería complicarle la vida con mis exigencias. Ella ya tenía demasiados problemas para agregarle uno más. Caminamos brevemente por la Avenida costera.

Me percaté que dos tipos vestidos elegantemente a prudente distancia la seguían. Era obvio que sabían dónde había pasado la noche Marilyn.  Ella lo notó y sólo se encogió de hombros diciendo:

--Son guardaespaldas del FBI.  Estoy acostumbrada que me sigan a todas partes.  

-¡Guardaespaldas del FBI! ¿Y qué hacen en territorio mexicano? Si un policía se adentra en USA, lo sacan inmediatamente. Pero ellos entran a México como si fuera su casa.

-Tienes razón pero siempre ha sido así.  Como EE.UU es una potencia se sienten los dueños del mundo.  México es casi una colonia gringa.

--Marilyn, ¿tanto te cuidan esos señores? Lamentaría que estuvieras en gran peligro y sin poder ayudarte.

--No te preocupes.  Si me voy será esta misma noche, la compañía me mandó boletos de avión. Si me quedo podré recrearme un poco más con la naturaleza.

Como salido de la nada apareció el chofer con la limusina.  La abordamos de inmediato.  En el trayecto le pregunté si la compañía de cine podría meterla a la cárcel.  Expresó:

--¡Claro que pueden! Y te aseguro que no se andan con rodeos.  En estas circunstancias sería lo mejor que me pudiera pasar.  Me aislaría de mis problemas.  Hasta podría escribiría un libro. No sé, hay tanto que hacer en una prisión.

Marilyn era una mujer admirable no cabía duda.  No le temía a la cárcel ni a sus victimarios. En ella se conjugaban maravillosamente belleza y temeridad. Yo no había aquilatado su valor hasta ese momento.

Y pensar que también tenía su lado platónico. Pero al ver aquellos hombres siguiéndola supuse que no era dueña de su vida como quería.  Las grandes estrellas cuentan con guardaespaldas todo el tiempo.  Pero los agentes se comportaban más bien como sicarios.  No inspiraban nadita confianza con sus lentes oscuros.

Yo no tenía nada que perder y sí mucho que ganar con su amistad. No me importaban el peligro ni las circunstancias. En el fondo me sentía afortunado de ser su amigo. Estaba sacudiendo mi vida como un terremoto.

Nos despedimos como siempre a las puertas de su suite. Le pregunté si podía llevarla más tarde a otro balneario. Expresó apesadumbrada:

--No, Joe, ya  no me busques. Si decido quedarme yo lo haré. Quiero hacer un balance de mi vida. Márchate sin despedirte.  Adios, y gracias por todo.  Fue un placer.

Di la media vuelta y caminé unos pasos.  A mí me entristecía más su partida.  Me detuve brevemente para escuchar:

--Si me voy te dejaré un recado en la recepción. 

Necesitaba encontrar su propio equilibrio. Y yo sólo era un intruso que estaba alterando sus planes. No era mucho lo que podía ofrecerle. Hablé con mis compañeros que vigilaban su suite y solicité al comandante me diera el día franco. Regresaría cuando Marilyn ya no estuviera.  No quería presenciar su partida.

Sentía la urgente necesidad de caminar y perderme entre la muchedumbre anónima. Una sociedad ajena a la vida de Norma Jean. Me encaminé a mi hogar y disfruté la soledad escuchando música.

Pensé que era la última vez que veía a Marilyn. Era hora de despertar de un sueño. La actriz era un pajarito errante que volaba de rama en rama. Que resolviera sus problemas aunque tuviera que marcharse. No obstante, abrigaba esperanzas que se quedara.

Observé que mi hogar se encontraba más sucio que nunca. En realidad parecía un muladar con platos tirados por todos lados. No era el lugar ideal para albergar a una diva. Seguramente Marilyn al ver mis calcetines y ropa interior tirada, hubiera salido corriendo. La pulcritud no era una de mis cualidades. Me alegré que no hubiera tenido oportunidad de conocerlo.

Me reconfortaba saber que ella también había conocido la pobreza al venir de orfelinatos. A decir verdad tampoco me importaba demasiado. Sólo llegaba a dormir a mi departamento y pasaba el mayor tiempo trabajando. Hice el aseo y limpié mis botas. Sobre el buró una pistola coult 45 brillaba impecable.  Percibí que el ejercicio resultaba terapéutico.

Tenía varios días que no veía a mi novia y la llamé por teléfono. Noté que estaba molesta conmigo. Tenía razón mis ausencias eran cada vez más inexplicables y prolongadas. Había una señora mayor que también aseaba mi departamento y tampoco había venido. Fabiola era una gran amante, pero tenía como penitencia asear mi cuarto antes de acostarse conmigo.

Recostado pensaba insistentemente en la partida de Marilyn. Lamentaba no haberla podido conocer más íntimamente.
Ni pude comprobar si era un torbellino en la cama. Pero había conocido su alma y eso era lo más importante.

Contemplé con devoción y largo rato en la pared el poster rojo que me había autografiado. En el que se leía con letras grandes: “Con todo cariño para Joe. M M."

Simplemente volvería a mi trabajo y me olvidaría de todo.  Me dormí con añoranzas y sin despertar toda la noche. Tuve una pesadilla espantosa que me dejó apesadumbrado. Ahí Marilyn abordaba un barco extraño, y todos sus tripulantes eran gente ya difunta. Personajes célebres que se mostraban felices al verla: Rodolfo Valentino, Jeans Dean, Lupe Vélez, Abraham Lincoln, Frida Khalo, y otros más que ya no recuerdo.

Veía sus rostros de un color azulado y pálido.  Todos sonreían gentiles rodeando a Marilyn como una princesa.  Se desvivían por atenderla. Algunos habían muerto en circunstancias trágicas.

En un enorme palacete recibieron a Marilyn como una reina de la belleza y el glamour. Ella sonreía radiante y satisfecha.   Se sentó en un estrado, y todos los presentes le brindaron nutridos aplausos. Desperté sobresaltado.







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