lunes, 14 de diciembre de 2015

CHARROS INMORTALES 111


                                                    El creador del tango ranchero





José de Cádiz


Cd. de México, 6 de enero de 1940.- En la popular colonia Tacubaya, un niño de 9 años vende pan montado en una bicicleta. Su rostro amable y agraciado motiva a los clientes.  Sonríe sin dejar de ofrecer: "¡Teleras, empanadas, bizcochos, bolillos!".  Al final, mira satisfecho sus bolsillos con monedas de 10 y 20 centavos. Apenas son las 7 de la mañana y camina rumbo a su hogar donde su madre lo espera con un cafecito caliente.

Su nombre: Gabriel Siria Levarios,  quien para ayudar a sus padres con los gastos del hogar, tiene que levantarse todas las mañanas a las 5 AM.  Es una rutina monótona y tediosa pero el chico es vigoroso y parece no cansarse nunca.  A las 8 de la mañana se presenta puntualmente en la escuela donde sus compañeros le gritan: " ¡Acocil!".  No se destaca mucho como alumno pero si en los juegos y rondas como fut bol y rayuela.

Nació en Nogales, Sonora, el 1 de septiembre de 1931, pero su madre biológica, a los 3 años, lo lleva a vivir al DF dejándolo encargado con su hermano y esposa quienes no pueden tener hijos.  El matrimonio se hace cargo de Gabrielito contentos de tener un niño.  Su madre jamás lo visita motivo por el cual el niño sufre permanentemente un sentimiento de abandono. Sus tíos tratan de darle todo el cariño y cubrir con creces ese vacío reflejado en los ojos del pequeño.

A los diez años, otro golpe mortal cubre su vida de Sombras para siempre. Su madre adoptiva muere y el niño se vuelve pensativo y taciturno. Ya no habla ni quiere jugar con sus compañeros de clase. A su corta edad conoce el cruel fantasma de la muerte.  Es demasiado para su estabilidad emocional perder a sus dos madres, una tras de la otra.  Su tío aún joven se vuelve a casar sacándolo de la escuela. Ahora Gabriel tiene que buscar la vida en diferentes oficios: Mecánico, panadero, carnicero, trovador, y para defenderse de los peleoneros del barrio, intenta ser boxeador.

Con solo 19 años trata de probar suerte como cantante en concursos de aficionados en las carpas y bailes de Tacubaya. Pero Gabriel solo canta tangos para desahogar su nostalgia y sentimientos de orfandad que lo acompañan toda la vida.  El "Salón Obrero" le brinda la primera oportunidad para lucir su bien timbrada voz.  Asiste a la carpa con sus cuates para ver a cómicos y cantantes que intentan triunfar en la farándula.  Gana varios premios por ser el mejor imitador de Pedro Infante, su ídolo.  La imitación, es un arte, pero un cantante triunfa solo cuando es genuino.

En la radiodifusora XEY, de Cuernavaca, Mor., un letrero dice: "Se solicitan elementos artísticos de cualquier naturaleza".  El joven visionario y entusiasta ve su gran oportunidad.  Por fin tendrá un público selecto que lo escuche.  La emisora le da el privilegio de cantar al aire una sola vez. Por supuesto, Gabriel invita a todos sus amigos a escucharlo: "¡Órale, pá que vean qué tan bueno soy cantando!".

Posteriormente, comienza un programa de radio en otra emisora local, ahora ganando 50 pesos.  El debutante ya probó los micrófonos y sueña con la fama y gloria.  Deambula por bares y restaurantes integrando un mariachi trashumante. El "Salón Obrero" ahora lo anuncia como "estrella invitada". Decide cambiarse el nombre por otro más fonético y fácil de recordar: "Javier Luquín, el genial intérprete de tangos". Pero insiste en cantar tangos, ya pasados de modas, en la radio pocos escuchan a Carlos Gardel. Pero Javier interpreta con el alma: "Comprendeme", "El penado 14", "Injusticia", "Caminito", "Adios muchachos", desahogando sus frustraciones y desengaños.





Solo le falta gravar su primer disco para ser un artista completo. En 1949, Pedro infante había inaugurado un nuevo genero musical: El bolero ranchero, y Javier Luquín no le quedó otra que cantarlos, había que renovarse o morir. Empezó a interpretarlos en los bares de la popular "Plaza Garibaldi" de la capital.  En el "Tenampa", y el "Guadalaja de noche" obtuvo éxito considerable cantando de mesa en mesa.

Fue en el "Bar Azteca", ubicado en Salto del Agua, donde el trío Los Panchos, cantantes exclusivos de la disquera Columbia, descubrieron al ignorado cantante.  El popular trío quedó impresionado con la voz de Javier Luquín, presentándolo a un alto ejecutivo de la compañía.  Felipe Valdéz Leal, tenía un olfato de sabueso para reconocer el talento, y lo escuchó atentamente... Ahí había una mina de oro.





En seguida le ofreció una audición y más tarde un contrato pero le advirtió que tenían que estudiar perfectamente la tesitura de su voz.  No querían un vulgar imitador sino un cantante vernáculo que trascendiera y arrasara con el público.  Pedro Infante, recién muerto había dejado un vacío muy difícil de llenar.

En el estudio de grabación, Valdéz Leal le preguntó: "¿En qué te especializas?".

Gabriel contestó: "Canto de todo, acompañado de mariachi, desde una canción ranchera hasta "Violetas imperiales".

--Pues si puedes cantar "Violetas imperiales" con mariachi, ya eres millonario, muchacho.





Al siguiente día gravaron la canción "Por qué negar", de Agustin Lara, que tuvo un éxito relevante pero solo en el interior del país.  No obstante para la compañía había un gran inconveniente: Javier Luquín, carecía de identidad, pues continuaba imitando a Pedro Infante.  Debían encontrarle su propio estilo y eliminar para siempre el fantasma del ídolo de Guamúchil. Les urgía relevar a Pedro para seguir vendiendo millones de discos.

Los directivos de la Columbia razonaban así: "A este muchacho le encanta interpretar tangos, de acuerdo con sus vivencias y sentimientos, entonces hay que encontrarle un nuevo genero musical.  Tiene una voz privilegiada y debemos capitalizarla".  Fue así como nació el tango ranchero, que muy pocos lograron identificar. Como sabemos el tango es un genero que le canta al desamor, la nostalgia, tragedias, y desengaños. Analicen las canciones de Javier Solis y verán que son tangos en esencia: "Sombras", "Payaso", "Si dios me quita la vida", "Vida de bohemio", "Te amaré toda la vida", etc.





Valdez Leal, lo preparó arduamente para gravar su primer éxito, "Llorarás, llorarás", en 1959.  Antes llamó al arreglista Rafael Carrión, con quien durante 5 horas repitieron infinidad de veces la letra y música, con la voz aterciopelada de Javier Luquín.  ¡Por fin eliminaron los matices de Pedro Infante!





Rafael Carrión, le dijo cuando terminaron de gravar el disco: "A éste señor quiero que imites, a éste, que de ahora en adelante se llamará Javier Solis.  "Llorarás, llorarás", fue su primer gran hit a nivel nacional.  Había nacido el digno sucesor de Pedro Infante.  Se llamaba: Javier Solís.








A partir de ahí la fama se le vino encima como catarata y le llovieron los contratos en teatro, cine, y Tv. Atrás había quedado el panadero de Tacubaya, aquel humilde muchachito que realizaba diferentes oficios para sobrevivir. Una fama que le duró muy poco, porque el 19 de abril de 1966, su público y fans se cimbraron con una trágica noticia: Javier Solis, había muerto repentinamente de una simple operación de la vesícula.  Una semana de convalecencia y su corazón no pudo resistir más. El parte médico dice que murió de un infarto.



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