José de Cádiz
Todos los políticos de México lo han leído, se le considera el fundador de la ciencia política, el arte del engaño y dominio de otros hombres. Aconsejó a los gobernantes de su tiempo, inculcó la astucia de una zorra, y el coraje de un león. Por supuesto, lo primero que tiene que hacer un político es renunciar a sus valores morales, despojarse de cualquier principio ético. Atrás quedarán la honestidad, y sinceridad, un político según la concepción de Maquiavelo solo piensa en servirse del poder. Su obra, "El príncipe", es el libro de cabecera de quien aspira a enriquecerse de la noche a la mañana, de los que quieren vivir sin trabajar, y los carentes de escrúpulos. Por este personaje se acuñó la célebre frase: "maquiavelismo", o la perversidad política en su más amplio sentido.
¿Te consideras maquiavélico?
- 1. Filosofía Política
- 2. Nicolás Maquiavelo
- 3. Y quién es el Hombre? Maquiavelo tiene una concepción totalmente diferente de la sociedad humana: para él el hombre es por naturaleza perverso y egoísta, sólo preocupado por su seguridad y por aumentar su poder sobre los demás; sólo un estado fuerte, gobernado por un príncipe astuto y sin escrúpulos morales, puede garantizar un orden social justo que frene la violencia humana. Fue el primero en usar la palabra estado en su sentido moderno. Algunos le atribuyen la invención de la dictadura moderna y su consiguiente Realpolitik, como expresión específicamente distinta de las antiguas formas de totalitarismo. Sus ideas políticas estaban impregnadas de sentido práctico y una visión realista de gobierno.
- 4. El príncipe o el gobernante, tiene como misión la felicidad de sus súbditos y ésta sólo se puede conseguir con un Estado fuerte. Para conseguirlo tendrá que recurrir a la astucia, al engaño y, si es necesario, a la crueldad. La virtud fundamental es la prudencia, para la conveniencia del Estado. Si el interés de la patria exige traición o perjurio, se comete. "La grandeza de los crímenes borrará la vergüenza de haberlos cometido". Los medios no importan: no es necesaria la moral, sino un realismo práctico, no lo que debe ser, sino lo que es en realidad.
- 5. Desde Maquiavelo no sólo los príncipes y conquistadores del siglo XV, sino también los fundadores de los modernos Estados tienen la conciencia tranquila cuando "crean orden", utilizando la injusticia y obrando el mal para dar satisfacción a sus ambiciones de poder, ya que pueden convencerse y estar persuadidos de que así cumplen su deber como políticos: "sacrifican" su moralidad personal en favor del bien político, y se sienten satisfechos con ello.
- 6. La indiferencia ante el bien y el mal es considerada como una norma, no de la moral, pero sí de la política entre los hombres. Por lo tanto, a Maquiavelo se remonta no sólo la constatación de la reconocida inmoralidad que se da en muchos de los políticos, sino también la responsabilidad de la doctrina que hace de la inmoralidad una ley fundamental de la política. Carga con la responsabilidad, ante la Historia, de haber reconocido, proclamado y explicado la inmoralidad como norma imperante en la política. Esta inmoralidad consiste en haber tomado como "buena Política", es decir, como una Política que satisface su verdadero objetivo y se adapta a su verdadera naturaleza, a una Política que, en su esencia, no es moral.
- 7. Las máximas que prescribe Maquiavelo para alcanzar el éxito político siguen estando tan vigentes en nuestros días como en sus tiempos de corrupción en Florencia. El Estado, que debería ser la persona moral destinada a realizar el bien común en la sociedad, sencillamente no lo puede realizar, y para alcanzar determinados logros parciales, se ve obligado a cometer diversas iniquidades. La lectura de El Príncipe apasiona no sólo por la prosa tersa, directa y fría de su autor, sino también por la vigencia y actualidad de sus juicios. Por tanto, la perennidad de Maquiavelo nos lleva a la lamentable conclusión de que son nuestros tiempos los que lo hacen oportuno y aplicable en cada momento de la vida política. Maquiavelo ha sacado a la luz de la conciencia no sólo las costumbres de su propio tiempo, sino también las prácticas generales de la política de fuerza de todos los tiempos.
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