lunes, 14 de septiembre de 2020

 ¿Qué sucede con el mundo editorial?


José de Cádiz

Desde siempre los escritores han librado una dura y sorda batalla contra los editores. Es de sobra conocido que los autores escriben frecuentemente en la pobreza por estar supeditados a regalías de hambre que no les alcanza para sobrevivir. Digamos, que se ha dado una súper explotación del talento literario. Seguramente, porque los mismos creadores no valoran debidamente su trabajo. Tienen tanta urgencia en ver publicada su obra que no corrigen y pulen con responsabilidad. Siendo presa fácil de editores sin escrúpulos.
A escribir se aprende escribiendo y nadie se hace escritor de la noche a la mañana. Sin embargo, no es justo que reciban solo un diez por ciento de regalías mientras los editores se quedan con el 90% argumentando gastos de impresión. Afortunadamente, con la Internet han cambiado mucho las cosas. Ahora el autor puede editar sus propios libros.
Si un libro se va a vender lo hará en cualquier espacio. En El Metro, en la calle, o en la mejor vitrina comercial. Anualmente, se editan miles de obras que van a parar a la montaña del olvido. Todos los autores sueñan que su libro se convierta en un bestseller. Nadie quiere pasar desapercibido. Hay muchos factores en juego: La calidad de la obra, un tema novedoso, el talento, el título y hasta la buena estrella. De cada cien autores sólo tres llegarán a consagrarse. Es duro decirlo pero es la verdad.
Lo equitativo sería que el escritor recibiera el 70 por ciento sobre el valor de su libro. No obstante, hay docenas de editoriales virtuales que tampoco garantizan que un escritor reciba lo justo. Los editores tienen un ojo de águila para reconocer si una obra tiene potencial comercial. Sin embargo, se olvidan que todo el trabajo es del artista. Ellos únicamente lo publican. ¿A ello se deberá la actual crisis editorial?
En Amazon, por Ej., nunca te firman un contrato y tampoco le hacen publicidad a los libros. Diversos autores se quejan que no reciben las regalías verdaderas. Cuando eres víctima de un fraude ¿a quién vas a reclamar? Es muy difícil que un principiante tenga éxito con su primera obra. Ya sea por falta de oficio o porque no eligió el tema adecuado. Tal vez lo escribió a vuelo de pájaro. La distancia entre las preferencias temáticas del escritor y las necesidades del público es como de aquí a la luna.
Cuesta mucho trabajo escribir un libro de cierto valor. Novelistas, ensayistas, dramaturgos, y poetas entran en la misma cuerda. Se requieren concentración y disciplina. Una corrección minuciosa para ofrecer algo digno al respetable. Son pocos los autores altamente profesionales. La mayoría desean el reconocimiento inmediato sin la debida preparación. El fracaso puede ser estrepitoso. Hay quienes jamás vuelven a escribir.
Dicen que una obra bien escrita tarde o temprano encuentra editores. Los escritores que nacen aman su trabajo. Saben que no ganarán mucho a menos que sean famosos. Son felices leyendo y escribiendo. Saben alternar creatividad e imaginación. Si un libro tiene méritos hay posibilidades de convertirse en un gran éxito. Única forma de lograr el reconocimiento mundial. Un consejo editorial tomará en cuenta el estilo, el tema, la chispa, un título seductor, etc. De otra manera no darán oportunidad al novel.

Todos los libros nos enseñan algo, relevante o trivial. Los autores sueñan con cambiar al mundo. Es el mejor amigo en circunstancias difíciles. En la soledad no hay mejor compañía que un libro. Nos orienta, nos da ánimos o simplemente nos divierte. No hay libros inútiles pero sí escritores malos. Los libros virtuales jamás desplazarán a un texto en papel. La textura, el olor, y el título resultan inolvidables.
He aquí una parodia sobre las relaciones, no siempre cordiales, entre autores y editores. No es la experiencia de quien esto escribe, puesto que nunca he ofrecido mis libros a ningún editor. He tenido la fortuna de participar en dos antologías y la editorial nos fue a buscar a un taller literario. Se agotaron las tres ediciones. Esto me incentivó a seguir escribiendo. Aquí tienen una representación del mundo literario:
El escritor, Remigio Salinas, conversa animadamente con un editor. La cafetería es pequeña pero confortable:
--¿Entonces qué, señor López, cuándo me va a editar mi libro? --Pregunta Remigio Salinas al editor.
El empresario, se mesa los bigotes, y después de pensarlo un poco contesta:
--Cajm, cajm, por el momento no es posible Remigio. Verás, no hay presupuesto ni espacio. Pero te puedo anotar en lista de espera para el 2022. Chance y tengas mejor suerte. La editorial solo tiene en caja 5 dólares. En el último libro invertimos todo lo que había.
--¡Cómo así mi estimado editor! ¡Ni que vendieran tortas en El metro! Y eso de que me espere yo dos años ha de ser para ver si me muero en ese lapso.
--Pues, como lo oyes, esta semana no hubo ni para pagarle al personal de limpieza. A las secretarias les tuvimos que pagar con una antología que nunca se vendió. Por si fuera poco la piratería nos está haciendo estragos. Esos cabrones no dejan títere con cabeza. En la calle te venden hasta best sellers.
--¿Oiga, mi jefe, y dónde están las instalaciones de su editorial? Yo siempre lo veo a Ud. solito en este escritorio público. Me gustaría conocer la empresa y su proceso de imprenta.
--¡Por Dios Remigio qué desconfiado eres! Claro que existen las instalaciones. Mañana mismo te llevaré para que las conozcas.
Remigio sale de la cafetería bastante entusiasmado. Esa noche prepara sus cuentos hasta la madrugada. Por fin conocerá una editorial.
A otro día se encuentra con el editor en una calle aledaña del zócalo de la Cd. de México. Se saludan con mucho respeto. Mientras charlan animadamente el editor le pregunta:
--¿Qué traes en esa bolsa, Remigio?
--¡Ah, verá, son los cuentos que quiero que me publique! –contesta un tanto apenado.
--¡Caramba Remigio cuando menos cómprales una carpeta! Parece que andas vendiendo carrujos de marihuana. A ver, déjame ver de qué tratan. Vaya, ¡tenían que ser cuentos! Este género casi no se vende. Los poemas tampoco. ¿Por qué no te lanzaste a escribir una novela? Estas tienen más aceptación.
--Señor López, si escribir novelas no es comer cacahuates. Ese género es para los grandes y experimentados: Elena Poniatouska, , Mario Vargas Llosa, o Isabel Allende. La mayoría empezamos escribiendo cuentitos. ¿Ud. escribe también?
--No, Remigio, yo no escribo. Solo me dedico a publicar obras que prometen y a darle oportunidad al talento.
--¡Ah, caray!, ¿cómo quien dice a mí me ve frito y sin ninguna posibilidad?
--No, Remigio, no quise decir eso. Simplemente que te esperes un poquito. Por cierto, ¿qué buscas al publicar tu libro?
--¡Pues la mera verdad a mi me atraen la fama y los reflectores! ¡Tener millones de lectores! Que mis libros se vendan como pan caliente. ¡Entrevistas y viajes por todo el mundo! Mire que bien le va al Mario Vargas Llosa.
--Uuuuy, Remigio, casi no quieres nada. Para lograr eso tendrías que escribir puros best sellers. Son pocos los escritores que viven de sus libros. El público latino no lee y las editoriales están cerrando. Tal vez si te fueras a vivir a Francia o Inglaterra tendrías mayores posibilidades.

--Oiga, mi estimado, ¿y no hay alguna manera de agilizar el triunfo aquí en México? Haciéndole mucha publicidad a los libros. Exhibiéndolos en las grandes cadenas comerciales. Abriendo una cafetería con mis obras. Editándolas por mi cuenta.
--¡Claro que sí Remigio! Todo depende del interés que despierte tu obra. Juan Rulfo, alcanzó la fama con sólo dos libros. Claro que era un chingón el autor del “Llano en llamas”. Si eliges un tema original te funcionará la publicidad. Cuesta muy caro un spot en Tv pero puedes imprimir volantes y repartirlos en la calle. La publicidad corre por tu cuenta. Te voy a hacer una propuesta, ¿tienes algún dinerito guardado?
--Pues, la mera verdad no. Únicamente cuento con mi departamento que compré con mucho esfuerzo.
--Yo te voy a publicar tu libro apoyándote con el diez por ciento del presupuesto total. El otro noventa por ciento lo tendrás que desembolsar tú. ¿Qué te parece?
--¡Ah, caray! ¡Como quien dice le tengo que comprar todo el tiraje! ¿En qué consistiría su ayuda entonces?
--¡Remigio por favor no seas ingenuo! Yo te respaldo con el sello de mi editorial. Te preparo el camino hacia el éxito. Podrás exhibir tu libro en las ferias y poner un tendido en el zócalo. Hacer rifas en los camiones. ¿No dices que te gusta mucho la publicidad?
--Pues, sí, pero yo pensaba en una publicidad más sofisticada y no andar vendiendo mi libro en El metro. Me daría mucha vergüenza.
--Mira, vamos a las oficinas de mi editorial y allá platicamos más a gusto. ¿Te parece?
-- Excelente idea.
Se encaminan rumbo a EDICIONES SORPRESA, que es el nombre de la pomposa editorial. Llegan a un edificio de departamentos bastante modesto. En la puerta se lee el nombre de la misma. Remigio parece un niño de kinder que lo llevan a una feria. Entran a una enorme sala con dos cuartos pequeños. Remigio, pregunta al editor:
--Oiga, ¿me podría presentar al consejo editorial? Ardo en deseos de saber quien elige las obras para su publicación. También necesito platicar con los correctores de estilo. Ando muy mal en ortografía.
--¡No cabe duda que eres un chingón, Remigio! Aunque bastante precipitado.
El editor abre una puerta donde hay una mesa grande con varias sillas vacías. Las paredes pintadas de azul y tres anaqueles con libros.
El empresario, muy circunspecto, señalando con la mano expresa:
--Mira, Remigio, te presento al consejo editorial: Él es Andrés Ramírez, quien elige los libros para su publicación. Y Anita, con Cristina, las mejores correctoras de estilo. ¿Ves qué bonitas son? ¡Por favor sonríe!
--Perdón, pero yo no veo nada... puras sillas vacías.
El editor, sin inmutarse, se encamina a otra puerta donde le espeta frente a un escritorio y tres sillas:
--Mira, esta es Paty, mi secretaria, quien corrige el formato y los títulos. Y Catalina, con Julián, los mejores vendedores de libros. ¡Ten la bondad de saludarlos!
--¿¡!?

A estas alturas Remigio ya no tiene dudas que aquel tipo es un lunático. Tiene la intención de salir corriendo y olvidarse del asunto. No obstante, hace un esfuerzo por serenarse y mira de frente al editor. Éste, adivinando sus intenciones agrega:
--¡Pero, Remigio, eres escritor y no sabes que estás en el mundo de la ficción! Aquí todo es fantasía producto de la imaginación. Los personajes de tus cuentos también son ficticios. Nada de lo que escribes tú ni nadie es verdad. Todo lo inventan y se lo dan de beber al público. Así ha sido siempre desde La ilíada, de Homero, hasta Miguel de Cervantes con El quijote. ¿Por qué tendría yo que tener un personal de carne y hueso?
--Perdón, pero yo nada más quería conocer la editorial y su proceso de imprenta. Ya veo que todo es ficticio. Con su permiso me retiro.
--¡No, espera Remigio, no quiero hacerte perder el tiempo! Tienes una narrativa bastante insípida y trillada. Te aconsejo que vuelvas a reescribir tus cuentos. Elige temas que cautiven a las masas. Deben tener gancho y un enfoque filosófico.
--Señor, editor, solo soy un principiante y no puedo escribir como Cervantes ni como André Bretón. Cada quien hace lo que puede. ¿No le parece?
--¿Sabes lo que sucede Remigio? ¡Quieres tener éxito pero no quieres pagar el precio! No te has preparado y así nunca vas a pasar de perico perro. Jamás se fijarán en ti las grandes editoriales. Terminarás fracasado emborrachándote en alguna cantina.
Remigio, lastimado en su amor propio contesta iracundo:
--De acuerdo, señor "editor", pero Ud. tampoco es una perita en dulce. Bien que quiere cobrarme un dineral por un libro mal escrito. Y eso de que me apoyará con el diez por ciento de mi obra que se lo crea su abuela. La editorial es Ud. que es un vulgar impresor. ¡Un auténtico farsante!
--¡Óyeme, cabrón, fíjate bien cómo hablas! Si quieres proyectarte debes saber aceptar las críticas con serenidad. Si deseas un numeroso público debes conquistarlo a base de talento. Siendo barroco y simplista no vas a llegar a ningún lado. Tienes potencial pero te falta oficio. ¡Eres un neófito de las letras!
Remigio, replica cada vez más agresivo:
--¡Y Ud. es un vulgar mercachifles que nada sabe de literatura! Un hombre ccodicioso y sin escrúpulos. ¡No tiene dinero para apoyar a los noveles pero sí para publicar a los consagrados! ¡Mercenario de las letras!
--¡Mira, escritor de marras! No soy hermanita de la caridad. Esta es una empresa y no una casa de beneficencia. Sé perfectamente quién me puede hacer ganar dinero. Solo acepto libros corregidos y con potencial.
--¿De manera que para que me puedan publicar necesito ser Charles Dikens o Camilo José Cela? También ellos fueron principiantes y con numerosas fallas. Soñaron un día con llegar a la cúspide. Nadie nace sabiendo a menos que sea un genio.
--Es verdad lo que dices, pero ellos se preocuparon por aprender el oficio y escribían diariamente. Prueba de ello es que trascendieron. Remigio, de verdad, me caes muy bien y trato de ayudarte.
--¡Sí cómo no! ¡Si debo de "caerle muy bien"! ¿Se imagina como me trataría si le cayera yo mal?
--Por favor, serénate, y no seas tan agresivo conmigo. Aún puedo ayudarte si me prometes corregir tus cuentos. Pulir tu talento.
--¡Claro que los voy a corregir pero ya no los traeré a esta editorial patito! ¡Se arrepentirá de haber rechazado mis cuentos! Su editorial es tan ficticia como los demonios y los duendes.
--Lamento decirte, Remigio, que los duendes y demonios existen y deberías escribir un libro sobre ellos. Nunca los lleves a una editorial hasta haberlos corregido cien veces. ¿Sabías que Carlos Fuentes corregía sus textos 150 veces? Debes manejar tu oficio con maestría. Toma todos los talleres que puedas. La mediocridad no te llevará a ninguna parte.
Remigio pregunta:

--¿Y por qué las editoriales no le hacen publicidad a los libros? ¡Subestiman la promoción siendo un pilar fundamental del mercado! Si yo vendo pan y no lo anuncio nadie me comprará. Y me habla Ud. de mediocridad, ¡Por favor!
--Ya cálmate, Remigio, pensarán que te debo y no te pago. Ya te expliqué que la publicidad es cara. Ese carácter empléalo mejor con tus letras. Que tus personajes tengan fuerza.
--¡No me importa lo que piense U. ni nadie! Total, en Internet hay cientos de editoriales chafas como la suya. Pago el tiraje , editan mi libro, y lo lanzo al mercado. Con dinero baila el perro.
--¡Y luego le rezas al santo de tu devoción para que se pueda vender! ¡Ay Remigio! El negocio editorial está en crisis. Las librerías están cerrando. En fin, te deseo suerte. Un último consejo: escribe una obra que conjugue la parte artística y comercial. Sobre todo nunca pierdas la fe en ti.
--Y usted, sea más considerado con los principiantes. Pero le voy a hacer caso y corregiré mi libro mil veces. Escribiré una novela con un tema que nadie se haya atrevido. ¿Qué le parece un romance entre un terrícola con una venusina? ¿O prefiere un marinero con una sirena?
--¡Fabuloso! ¡Es una idea genial. Ese libro te llevaría a los cuernos de la luna. Posees una imaginación desbordante. Atrévete a recorrer caminos diferentes. Quebranta la apatía de los lectores. El público no lee porque no le gusta lo que encuentra. Sondea lo que quiere leer el respetable.
Remigio, se despide del editor ya más calmado. Tal vez el tipo tuviera algo de razón. Conocía su oficio y trataba de ayudarlo. Le estrecha la mano con displicencia. Con la mirada sentencia:
--Nos estamos viendo, señor editor.

Éste, lo mira de arriba abajo, consciente del impacto que sus palabras habían provocado en el principiante. El escritor sale a la calle y tira su manuscrito en una alcantarilla. Respira profundamente y se dispone a escribir un nuevo libro.





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