lunes, 31 de agosto de 2020

 Por esta razón asustan cerca de un Amate, el llamado “árbol del Diablo”

Mi amate guardián

José de Cádiz

 

Luces tan imponente y majestuoso como un templo tibetano.  Si a tu nombre le agregamos un acento a la A, significa ámate.  Hermosa definición.

Tus ramas extremadamente largas y sinuosas parecen las manos de un gigante que intentara acariciarnos.

Tus hojas verdes y frutos agridulces son las delicias de los venados y hormigas que vienen a acampar bajo tu sombra.

Eres el guardián de esta finca y has visto pasar a tres generaciones de mis ancestros.   Nos has visto nacer y crecer a todos.  Conoces nuestros secretos y penas del corazón. 

Te mantienes tan robusto y vertical que pareces inmune al paso del tiempo.  De seguro encontraste la fuente de la eterna juventud.   Inconscientemente te comparo con mi pene.

Frente a ti hay un río y un arrollo que se la pasan murmurando viejas rencillas de veranos e inviernos insatisfechos.   Tú los escuchas indiferente alejado de cualquier insidia o discordia. 

Quiero decirte que te amo y lo he expresado muchas veces.  Eres mi mejor amigo.   Cuando estoy afligido o triste vengo a platicar contigo.   También leo bajo tu sombra.

Sé que me escuchas pacientemente como un hábil psicoanalista.  No creas que ignoro que el silencio es el lenguaje de los sabios. 

No me interrumpes cuando te expongo mis problemas pero tu inmenso follaje se mueve al compás del viento.   “Te comprendo”, me dices de esa forma.

Lo más importante es que me das la pauta a seguir.  Mi corazón entiende tu dialecto: “Eres fuerte, valiente, y saldrás vencedor de esta contienda”.  Me reanimas nuevamente.

Te respeto y admiro como solo deslumbra lo eterno y sublime.  Anhelo ser tan longevo como tú.   ¿Me podrías revelar tu secreto?

Me pregunto cómo eras cuando estabas pequeñito, ¿eras travieso y jugueteabas con el viento? ¿Platicabas con las libélulas o abejas? ¿Te peleaste alguna vez con las hormigas? Seguramente  miles de luciérnagas te visitaban en oscuras noches.

Quiero saber, cómo era la tierra y la semilla de donde brotaste, ¿el resplandor del Sol era más intenso?  ¿Las primaveras y calandrias siempre fueron tus amigas? ¡Cómo era el caudal de este río maravilloso!  ¿Alguna vez te pisó un armadillo debilitándote y resurgiendo más fuerte?

Quiero saberlo todo de ti.  Por favor sé sincero y franco.  No, no soy indiscreto, pero eres mi amigo y entre nosotros no debe haber secretos.  ¿Me prometes contarme tu vida para narrarla en un libro?

¿Que no te gustaría que tu vida la hiciera pública? Toma en cuenta que posees experiencias valiosas que pudieran servir a los demás.   Tan solo revelarnos por qué eres tan fuerte e indómito sería una lección de vida. 

Me imagino cuántos huracanes, temperaturas de cincuenta grados, y crecientes del río has tenido que soportar sin moverte ni un ápice de tu base.  Veo la envidia de otros árboles que como yerba mala crecieron junto a tu tronco.  Pero tu ramaje los supera en tamaño y vigor. 

¿Recuerdas cuando encontré a dos cervatillos comiendo pacientemente tus frutos? Me acerqué a solo 20 metros y me detuve en silencio para admirarlos.  Pensé que en cuanto me vieran huirían pero no fue así.  Con la mirada les dije: “No quiero hacerles daño; no se vayan, por favor, solo quiero contemplarlos”.   Los venaditos entendieron el mensaje y se quedaron.   Después de media hora se despidieron, levantando su colita blanca, y se marcharon parsimoniosamente. 

 

 

 

 

 

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