Cap. XII
"A mis admiradores y a quienes buscan la verdad".
José de Cádiz
Marilyn, era una gran amante, pero también una mujer atormentada por el sufrimiento. Conocerla física e interiormente fue un privilegio. Después de pasar la noche en mi hogar, al otro día decidimos asearlo.
Se puso un short y pañoleta comportándose como una ama de casa.
Salí a comprar lo necesario para comer ese día. En lo personal solía
alimentarme fuera, pero esta vez me interesaba atenderla a ella y compré
una despensa bien surtida.
Percibí que atrás de Marilyn se encontraba Norma Jean, la niña huérfana, marginada y solitaria. Ansiosa de tener el hogar que nunca tuvo. Siendo célebre tampoco pudo conservar uno de manera permanente. Cuando regresé estaba terminando de asear mí departamento.
Debido a la excitación de la noche anterior no tuve tiempo
de ocultar una fotografía de Fabiola que adornaba un pequeño buró. Marilyn la
vio y preguntó sonriente:
-¡Simpática chica! ¿Tu novia?
--Sí –-contesté titubeando.
--Me gustaría conocerla. Tal vez podamos ser buenas amigas.
Comprendí que una mujer de mundo no se iba a espantar por una relación aún vigente. La diva tenía una mentalidad gringa sin prejuicios de ninguna índole. Me agradó sobremanera su actitud.
-¡Simpática chica! ¿Tu novia?
--Sí –-contesté titubeando.
--Me gustaría conocerla. Tal vez podamos ser buenas amigas.
Comprendí que una mujer de mundo no se iba a espantar por una relación aún vigente. La diva tenía una mentalidad gringa sin prejuicios de ninguna índole. Me agradó sobremanera su actitud.
Terminando de asear preparamos una riquísima ensalada de
frutas. Marilyn no comía tortillas y acompañamos la comida con pan. Nos
saciamos con buen apetito y me miró detenidamente al final. Seguramente
pensando: “¿qué hago aquí comiendo con un policía?”, pero al instante recobró
su sonrisa y sirvió dos vasos de agua.
Noté que su diario estaba intacto encima del buró como aguardando el momento de revelar su contenido. No resistía la tentación de leerlo ni encontraba la oportunidad. El calor arreciaba y encendí el viejo ventilador.
Noté que su diario estaba intacto encima del buró como aguardando el momento de revelar su contenido. No resistía la tentación de leerlo ni encontraba la oportunidad. El calor arreciaba y encendí el viejo ventilador.
Seguramente la diva anhelaba el calor de un verdadero
hogar. Se comportaba serena y sin artificios. Algo teníamos en común los
2: nos gustaba leer y escribir. Tal vez era lo que nos unía y daba sentido a
nuestras vidas.
No pude evitar hacer comparaciones. Si la diva era un torbellino en la cama mi novia no se quedaba atrás. No obstante, Fabiola era mucho más práctica y después de la pasión se iba rápidamente a su casa. Únicamente platicábamos un ratito cuando aseaba mi cuarto.
Siempre pensé que a Fabiola sólo le interesaba el sexo. Era
incapaz de entregar su corazón. Una relación anterior la había dejado
marcada y juró no volver a casarse. A veces la invitaba a comer y se
desahogaba contándome los problemas con su único hijo. La
consideraba discreta y nada celosa pero me equivoqué
rotundamente. Lo pude comprobar esa tarde.
Marilyn quiso leer otros poemas de mi autoría y se los mostré con gusto. Los leyó con toda calma situación que aproveché para hojear su diario. Si la diva estaba leyendo mi inspiración yo tenía derecho a conocer su vida.
Marilyn quiso leer otros poemas de mi autoría y se los mostré con gusto. Los leyó con toda calma situación que aproveché para hojear su diario. Si la diva estaba leyendo mi inspiración yo tenía derecho a conocer su vida.
Abrí el diario con expectación. Estaba escrito en inglés. Yo había vivido 5 años en Los ángeles y lo entendía perfectamente. Noté al
instante la excelente redacción que tenía. Sabía que escribía sus memorias pero
desconocía sus habilidades literarias. Leí con avidez la dedicatoria y el
prólogo:
“Para todos los hombres de mi vida. De una estrella errante en busca del amor. A mis admiradores y a quienes buscan la verdad. Reciban este diario con un beso y una flor desde el rincón más apartado de mi alma. M M.
Continuaba…
Escribo este diario cuando la tristeza o nostalgia me
invaden. En noches de pesadumbre en que no puedo dormir. La soledad es como un
fantasma que me persigue toda la vida. A veces tan insoportable que salgo
a la calle a platicar con el barrendero.
Escribo para escapar de una realidad que me asfixia y
prohíbe ser feliz. Quiero dejar un testimonio a la posteridad como la
celebridad que soy. No soy eterna y pretendo dejarles un pedacito de mí.
Como sabrán no tengo familia y a mi padre no lo conocí.
Mi madre tuvo que internarme en hospicios para poder trabajar. Cuando me
preguntan quién es mi padre contesto: “Abraham Lincoln”, y tengo una foto de él
en la pared de mi casa. Lo admiro por haber abolido la esclavitud en EE.UU.
De niña me sentí rechazada y más tarde traté de llamar la
atención con los reflectores ansiosa de que me quisieran aunque sea un poquito.
Creo que la felicidad no está hecha para mí. El amor verdadero no lo he
conocido. Los hombres se acercan a mí por deseo o curiosidad.
El destino me ha dado fama y fortuna pero me ha negado privilegios como la maternidad. Eso me duele pero nunca lo confieso. Ser madre es un gozo que toda mujer necesita para sentirse realizada. Cuando pude embarazarme el cine me lo impidió. En mi primer contrato con la Twenty Century Fox exigían que fuera soltera.
Mi vida de actriz ha sido una pose permanente que oculta
verdaderamente lo que soy. He decidido quitarme la careta y abrir mi
corazón. No voy a ocultar más mis sentimientos ni emociones más recónditos. Esa
Marilyn que todos conocen no soy yo. Sino un ser humano completamente
diferente.
A los astros del cine nos consideran frívolos y carentes de
valores. Afirman que vivimos en un mundo de oropel muy apartados de la
realidad. Hay algo de verdad aunque no del todo cierto. Somos
superficiales, hedonistas, y nos cuesta diferenciar entre ficción y realidad.
Tan narcisistas que una arruga nos pone a llorar. Representamos
tantos personajes que terminamos por no saber quiénes somos. Es el precio
que pagamos por besar a muchas bocas.
Como artistas somos sensitivos y los desengaños nos
duelen más que la mayoría. La fama nos puede encumbrar o
aniquilar. El adulterio y las drogas en el cine son tan comunes.
Empecé siendo modelo con numerosas aventuras que me volvieron ambiciosa. En cada relación hubo desengaños y caía en una nueva frustración. Nunca lograron llenar este gran vacío interior.
La popularidad con frecuencia marea y hace perder la
cabeza. Recibimos tantos elogios que empezamos a gravitar en las
nubes. Entonces recurrimos a los estupefacientes para aliviar estados de angustia
o frustración. En lo personal he probado todas las drogas aunque no soy adicta. Mi amor
propio me mantiene a flote.
Mi madre confeccionaba vestidos en los estudios de cine
donde trabajaba. No tener padre me produjo una sensación de orfandad toda
la vida. Siempre tuve la impresión de ser un estorbo para quienes
me trataban. Vivía pensando que nadie me quería. Me he casado en tres
ocasiones para no estar sola y sentirme protegida. Lamentablemente no
encontré la felicidad con mis parejas. Yo buscaba comprensión pero ellos buscaban sexo.
Mis debut en Holllywood multiplicó mi lista amantes. De
Elia Kazan a Marlon Brando, pasando por Frank Sinatra y James Dean. Los
contratos en el cine, para quien no lo sabe, se firman en la cama.
La vida me trajo a un set cinematográfico que me convirtió
en una estrella. Bueno, soy un simple ser humano. Pronto
descubrí que la fama no trae la felicidad. Tampoco el dinero. Un
espejismo que todos los actores persiguen.
Tengo miedo a la muerte y jamás me suicidaría. Creo
firmemente en Dios y en los valores de la fe. Aún con una
vida licenciosa los principios que me inculcaron las
monjitas jamás se me han olvidado. Voy a misa los domingos de
incógnito. Siempre luchando entre mis apetitos carnales y destellos de conciencia.
He cometido muchos errores que la vida me ha
cobrado muy caro. Como haberme enamorado de un hombre casado y
además primer mandatario. Tuve algunos abortos provocados al principio de mi
carrera que afectaron mi matriz y quedé estéril.
Me casé a los 16 en plena II guerra mundial. Mis tutores
iban a cambiar de domicilio y no sabían qué hacer conmigo. Entonces ofrecieron
mi mano a James que era mi vecino. Un chico apuesto y osado. Pronto
lo reclutaron en La marina para ir a la guerra. Me dejó trabajando en una
fábrica de paracaídas.
Un fotógrafo me invitó a posar desnuda para una revista.
Insistió tanto que me convenció ofreciéndome mucho dinero. Enseguida
conseguí un contrato de modelo. Si hubiera sabido lo que me esperaba jamás hubiera aceptado. Fue mi lanzamiento y mi condena.
Ocasionalmente, mi madre me llevaba a los estudios de la RKO donde laboraba. Ahí conocí a grandes luminarias del cine mundial. Soñaba con ser tan aclamada como ellas. A las actrices las veía bellas, seductoras, glamorosas.
Quería ser tan hermosa como Lupe Vélez, o tan misteriosa
como Greta Garbo. Marlene Dietrich, me impresionó con esas piernas preciosas y
un vozarrón de trueno. A Mary Picford, la conocí en plena decadencia y
dicen que fue esposa de Rodolfo Valentino.
A Greta, "la divina", la veía caminar en los
pasillos tan despacito como una serpiente. Pocas veces sonreía y era tan
gélida como un copo de nieve. Cómo me fascinaba ver a Gary Cooper ponerse
la corbata frente a un espejo, ¡qué elegante y guapote se veía con esos ojos
azules burilados en el cielo!
Douglas Fairbanks, me saludaba diciendo: “!hola pequeñita!”, y me regalaba dulces, globos y en mi cumpleaños una muñeca. Me besaba y se iba rápidamente a la filmación. Yo iba corriendo a decirle a mamá que un señor me había besado. Ella sonreía acariciándome el pelo.
A Mae West, la recuerdo siempre provocativa en las
locaciones. Tenía unos senos enormes y una sonrisa pícara. Dolores del
Río, tan modosita como una princesa, ¡me encantaba su vestuario! Todos
actores de primer nivel. Me emocionaba escuchar el grito del director: “¡Luces,
cámara, acción!”. Me sentaba en primera fila.
Pero todo pertenece al pasado y ya no me interesa.
Debo aprender a vivir en el presente. Haber aceptado posar desnuda cambió mi destino. Una chica inexperta que se dejó envolver por los
reflectores.
Es demasiado tarde para arrepentirme. Norma Jean, es una
chica sensible y de gran corazón. Amo la naturaleza y a los huérfanos.
Admiro el conocimiento y el talento. Mis defectos y virtudes aquí se los voy a
mostrar. En horfanatos me aficioné a la lectura.
Me gusta leer a los clásicos: Dikens, Poe, Cervantes, Shakespeare. La poesía me hace reflexionar. El cine nunca me ha dado un papel verdaderamente valioso. Para los productores sólo soy "la rubia tonta". Mis fans son la única familia que tengo.
Tengo pocos amigos, un perro, un fotógrafo, y una chica a
quien le tengo mucho cariño. En el cine hay demasiados intereses creados.
Todos te miran con envidia o hipocresía. Para los hombres soy un
filete suculento que quisieran devorar. Eso me hace sentir vulnerable.
Creo que los estoy abrumando con mis aprehensiones.
Seguramente querrán adentrarse en mi vida como en un documental. Espero lograr un poquito de su comprensión al final. Tal
vez encuentren una explicación racional a las interrogantes de mi vida, porque
yo no la he encontrado”.
Así terminaba el prólogo. Hice una pausa y observé a Marilyn
absorta leyendo mis poemas. Tomé un vaso de agua. Eran
anécdotas dispersas de buena parte de su vida que excitaban mi imaginación. Como tantas mujeres
célebres Marilyn tuvo necesidad de contar sus memorias. Tal vez presintiendo que
moriría joven y que el público querría saber detalles.
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