Graciela Guinto palacios
¡Estoy estrenando mi vestido de brocado rojo!
¡Mi vestido nuevo con encajes de la fantasía
y botones de llantos que piden limosna
y eternas disculpas de arrepentimientos
en el confesionario de mi soledad!
Estoy estrenando mi vestido
con holanes de yerros añejos
que exprimen mis ojos
en las arenas de la cobardía
flotando en un iceberg!
¡Y voy a pasear a la feria del pueblo
con mis zapatillas de cristal de risas,
y mi sombrero de humos de ensueños,
adornado con cruces y adargas
que me amparan de las estocadas
del caballero de la Ardiente Espada!
¡Estoy estrenando mi vestido
con moños de verdes quimeras
que aplauden mi vida de poetisa arcaica;
y voy a bailar una conga en la plaza del pueblo,
o un danzón escrito en papiros
y envuelto en sarcasmos de la hipocresía!
¡Bailaré de puntitas con mi vestido nuevo
cubierto de encajes con lentejuelas de la indiferencia!
¡Y daré vueltas y vueltas
en el cementerio de mis esperanzas
aunque me critiquen o me tilden de loca,
o parta en mitad de un solo revés
a los fieros gigantes que osen tocar
mi tiara de nieves eternas
o critiquen mi vida liberta!
Hoy tiré a la basura mi ropaje
de siglos de convicciones ajenas,
mi vestido viejo de hondas tristezas
y mi chal remendado de resentimientos estériles.
También tiré mis sandalias rotas de desilusiones
y mis quejas de mutuos anhelos,
que yacen tranquilos
en el ataúd de miserias humanas.
¡Porque estoy estrenando mi vestido de brocado rojo,
mi vestido nuevo con encajes de la fantasía
y botones de llantos que piden limosna
y eternas disculpas de arrepentimientos
en el confesionario de mi soledad!
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