¡SEÑOR TEN PIEDAD DE MI PATRIA!
GRACIELA GUINTO PALACIOS
¡Señor, tened piedad de mi Patria, tiene heridas!
¡tiene el sello de pillos matricidas,
que la han deshonrado y corrompido;
tras cadenas de sexenios y sexenios bandalajes
que la han conducido a hambres humillantes.
Mi Patria, de vergüenza se ha enfermado,
porque ha parido monstruos de maldad,
fetos corruptos y malignos,
matricidas que se han confabulado
para herirla con premeditación,
teniendo como meta enriquecerse
a costa del erario del gobierno.
Y son sus hijos, nerones mexicanos,
hambrientos de poder y de riquezas,
que la conducen a quiebras espantosas,
que en el mañana,
no habrá con qué pagar a los burócratas,
ni el mantenimiento de servicios públicos,
de escuelas y hospitales, ni a los jubilados,
y será una catástrofe terrible,
mientras los poderosos, malandrines y cobardes,
huirán a vivir al extranjero,
a gozar de lo robado a mi pobre Patria.
Señor, mirad esos carruajes elegantes
parqueados en lujosas residencias,
pertenecen a políticos y líderes corruptos
que se enriquecen con nuestro dinero,
mientras el pueblo,
camina con la cruz a cuesta, como el Nazareno.
¡Oh Dios! Hay mucha podredumbre en el país.
Nuestros gobernantes no tienen nacionalidad,
roban y roban al erario impunemente;
son finos para alterar los presupuestos,
las obras sociales, inauguran varias veces
y se burlan del pueblo, cuando juran
servir honradamente los destinos de la Patria,
mientras los parias viven marginados
en medio de pobrezas e injusticias.
Allá están los campesinos enhuarachados,
con su vestimenta y sombreros rotos,
que reflejan su triste situación.
Surcan la tierra con amor y celo,
esperando la lluvia que no llega.
Y llenos de angustia y resignados,
alzan sus quejas a sus santos mudos,
porque al poder no llegan, está lejos;
además son mezquinos, prepotentes, sordos,
y no ven las necesidades de mi Patria mexicana.
¡Pobres campesinos, siempre sufriendo!
A sus abuelos les dieron tierras,
pero no hubo dinero para el cultivo;
y las vendieron a los terraejidentes que eran letrados,
y lo más triste: una miseria les dieron por ellas.
Y los campesinos, analfabetos fueron timados,
pues desconocían el valor de sus parcelas.
Y ahora son peones del amo,
y van por la vida sin luz y sufriendo,
arrastrando cadenas corrompidas,
sin tener siquiera una esperanza,
porque hasta eso les negó Pandora.
Allá están los gobernantes en la cima del poder,
saboreando el triunfo y la riqueza,
que descaradamente han obtenido,
de mi México sufrido y tan robado;
pues ya no hay honradez,
ya no hay ni diez justos,
como en La Biblia, todo está perdido.
La justicia tiene en sus ojos pícaros,
una venda transparente,
que a leguas huele el oro como gambusino,
y presto se vende al mejor postor.
Y como prostituta se acuesta con ricos,
con los jueces y los magistrados
que le sueltan dólares al por mayor,
o son centenarios en cada pesada.
Con los pobres no quieren tratos,
pues no tienen plata, sólo hambres e hijos sin fin.
Señor, Mirad aquel jardín lleno de flores,
de hermosos nados, lirios y azucenas,
donde juegan los niños inmortales,
que no saben de guerra ni de corrupciones.
Miradlos en los templos de Minerva
forjando el sino de mi Patria entre laureles,
para luchar siempre con tenaz porfía,
con las armas de la ciencia y la honradez.
Ellos son la esperanza del mañana,
los que harán de mi Patria una potencia,
y la guiarán con honor y con lealtad,
como fuertes falanges macedónicas,
a la cima de las grandes potencias del orbe.
Pero, ¡oh Dios, no todo está perdido!
Y aunque hay seres abyectos y perversos,
aún hay hombres honrados, sin malicias,
hombres con ideales puros y rectos,
que guiarán a mi Patria tan sufrida,
por un camino digno,
lleno de progresos y esperanzas.
La nacionalidad no se ha perdido,
Está latente en nuestra sangre.
¡La Patria no ha muerto, vive eternamente
en la juventud valiente osada,
y en la hermosa niñez , de pureza angelical!
Recuerda ¡oh Dios! Que en el cielo,
antes del tiempo Tú escribiste su destino,
un fiel soldado le diste en cada hijo,
y valentinas que velan por su honor inmaculado.
Hombres rectos guiarán su camino,
su honor ya no será mancillado,
Hay nuevos Juárez en su presea
Y hay muchos hombres incorruptos todavía,
dispuestos a luchar por su destino.
“¡Mexicanos al grito de guerra!
¡El acero aprestad y el bridón!
¡Y retiembla en sus centros la Tierra!
¡Al sonoro rugir del cañón!”
Pero no es necesario un grito de guerra,
sino un grito de tecnologías y culturas,
para luchar con la ciencia del saber,
sin cañones ni armas que vomiten fuego,
sin lágrimas de madres, ni de viudas,
ni de niños que lloren su orfandad.
Es tiempo ya de que las armas callen,
que nuestro suelo
no se manche con la sangre hermana,
que en los talleres los obreros canten
y las madres arrullen a sus hijos,
con un himno de paz y de amor.
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