José de Cádiz
Los niños son seres de luz que no abrigan egoísmos ni rencores.
Son generosos por naturaleza y hasta los más pequeñitos saben cuando alguien los ama.
Son como seres semidivinos y conocen el corazón de todos los hombres.
Sin importar su estatus o color ellos perciben las vibraciones del entorno.
Para ellos no existen las diferencias sociales, ni raciales, y desconocen completamente la codicia.
Su mente desprovista de malicia es armoniosa y aman la verdad, y la naturaleza, por sobre todas las cosas.
Les gusta compartir su comida, juguetes, y sufren intensamente las separaciones aunque no puedan expresarlo.
Ellos podrían ser nuestros maestros y deberíamos poner en sus manos las decisiones y manejos de este mundo.
Lo más valioso es que pueden ser felices en el medio más estrecho y sus fantasías les permiten cumplir todos sus sueños.
¡Qué maravilloso que puedan volar! ¡soñar! Convertirse en príncipes o escarabajos, y cuando reciben amor son capaces de hacer milagros como los ángeles.
Es una pena y una catástrofe que los adultos les hayamos robado su inocencia lmitando su capacidad de amar con egoísmos, y de ser inmensamente dichosos con su imaginación.
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