(Cap. XI)
El diario de Marilyn
José de Cádiz
Marilyn no solo resultó una buena ama de casa sino también divertida y amante de la limpieza. Después de pasar la noche en mi hogar lo primero que hicimos fue asearlo. Más tarde salí a
comprar todo lo necesario para comer ese día. En lo personal solía comer fuera
de casa pero esta vez me interesaba atenderla a ella y compré una despensa bien surtida.
Comprendía que atrás de Marilyn se encontraba Norma Jeane, la niña huérfana desprotegida y solitaria. Una chica marginada y ansiosa de tener el hogar que nunca tuvo. Siendo adulta tampoco pudo conservar un hogar de manera permanente. Cuando regresé a casa estaba terminando de asear mí departamento. ¡Qué hermosa se veía con una pañoleta limpiando el polvo!
Comprendía que atrás de Marilyn se encontraba Norma Jeane, la niña huérfana desprotegida y solitaria. Una chica marginada y ansiosa de tener el hogar que nunca tuvo. Siendo adulta tampoco pudo conservar un hogar de manera permanente. Cuando regresé a casa estaba terminando de asear mí departamento. ¡Qué hermosa se veía con una pañoleta limpiando el polvo!
Debido a la excitación de la noche anterior no tuve tiempo de ocultar
una fotografía de Fabiola que adornaba un pequeño buró. Marylin, la vio, y preguntó sonriente:
-¡Qué chica tan simpática! ¿Tu novia?
--Sí –contesté, titubeando.
--Qué bonita me gustaría conocerla. Tal vez podamos ser buenas amigas.
Comprendí que una mujer de mundo como ella no se iba a espantar por una relación aún vigente. La diva tenía una mentalidad gringa sin prejuicios de ninguna índole. Eso me agradó bastante y sonreí.
-¡Qué chica tan simpática! ¿Tu novia?
--Sí –contesté, titubeando.
--Qué bonita me gustaría conocerla. Tal vez podamos ser buenas amigas.
Comprendí que una mujer de mundo como ella no se iba a espantar por una relación aún vigente. La diva tenía una mentalidad gringa sin prejuicios de ninguna índole. Eso me agradó bastante y sonreí.
Terminando de asear nos dirigimos a la cocina a preparar una comida riquísima con ensalada de frutas. Saqué los víveres de las bolsas
y llenamos hasta el tope el pequeño refrigerador. Había suficientes comestibles.
Marilyn, no comía tortillas y acompañamos la comida con pan. Nos
saciamos con buen apetito y nos miramos expectantes. Ella quizá pensando:
“¿Qué hago aquí comiendo con un policía?”, pero al instante recobró su sonrisa y
sirvió dos vasos de agua.
Noté que su diario estaba intacto encima de la mesa como aguardando el momento de revelar su contenido. Yo no resistía la tentación de abrirlo pero no encontraba la oportunidad. El calor arreciaba y encendí el viejo
ventilador.
Quizá por enésima vez la diva sentía el calor de un verdadero
hogar. Percibí que se comportaba serena
y nostálgica. Teníamos algo en común: A los dos nos gustaba leer y escribir. Estábamos solos y con relaciones
sentimentales indefinidas. Tal vez era lo que nos unía y daba sentido a nuestras vidas.
No pude evitar acordarme de Fabiola y hacer comparaciones. Si la rubia era un
torbellino en la cama mí novia no se quedaba atrás. No obstante Fabiola era
mucho más práctica y después de una prolongada sesión se iba rápidamente a su
casa. Solo se quedaba a platicar un poco cuando aseaba mi departamento. Le gustaba el cine, la música, y se dedicada con fervor a su trabajo de
recepcionista.
Siempre pensé que Fabiola solo le interesaba el sexo pero era
incapaz de aferrarse a un hombre. Una relación anterior la había marcado para siempre. Yo la invitaba a comer y entonces se desahogaba contándome los problemas con su único
hijo. Nos despedíamos con un beso y cada
quien a lo suyo.
Nunca me pidió nada pero yo la ayudaba ocasionalmente con algún
dinero. La consideraba una mujer nada celosa pero creo que me equivoqué
rotundamente. Lo pude comprobar esa
tarde.
Marilyn me pidió mostrarle otros poemas de mi autoría a lo que accedí con gusto. Le extendí una carpeta con docenas de poesías. Se puso a leerlos con toda calma situación que aproveché para hojear su diario. Si la diva estaba leyendo mi vida yo tenía derecho a leer sus experiencias.
Marilyn me pidió mostrarle otros poemas de mi autoría a lo que accedí con gusto. Le extendí una carpeta con docenas de poesías. Se puso a leerlos con toda calma situación que aproveché para hojear su diario. Si la diva estaba leyendo mi vida yo tenía derecho a leer sus experiencias.
Lo abrí con expectación y noté al instante la excelente redacción que tenía. Sabía que escribía un diario pero desconocía
sus habilidades literarias. Leí con avidez la dedicatoria y prólogo:
“Para todos los hombres de mi vida. De una estrella errante siempre en busca del amor. A mis admiradores y para los que buscan la verdad. Reciban este diario con un beso y una flor desde el rincón más apartado de mi alma. M. M.
“Para todos los hombres de mi vida. De una estrella errante siempre en busca del amor. A mis admiradores y para los que buscan la verdad. Reciban este diario con un beso y una flor desde el rincón más apartado de mi alma. M. M.
Continuaba:
Escribo este diario cuando la tristeza o nostalgia me invaden. En noches de luna silenciosas en que no
puedo dormir. La soledad es como
un fantasma que me persigue toda la vida.
Escribo para escapar de una realidad que me asfixia y prohíbe ser feliz. Es mi deseo dejar un
testimonio a la posteridad como la celebridad que soy. Sé que no soy eterna y quiero dejarles un
pedacito de mí.
Fui una niña huérfana que al crecer trató de llamar la
atención con los reflectores. Ansiosa de que me quisieran aunque sea un poquito. Creo que la felicidad no está hecha para mí. El amor verdadero no lo he conocido. Todos se acercan a mí por deseo o curiosidad.
El destino me ha dado fama y fortuna pero me ha negado grandes
privilegios como tener un hijo. Eso me duele pero
nunca lo confieso. La maternidad no está hecha para mí. Cuando pude tenerlos me impidieron embarazarme.
Mi vida de actriz ha sido una pose permanente que oculta
verdaderamente lo que soy. Hoy he decidido quitarme la careta y mostrar mi corazón. No voy a fingir más porque esa Marilyn que todos conocen, no soy yo. Me considero completamente diferente.
A los astros del cine nos consideran frívolos y carentes de valores. Se afirma que vivimos en un mundo de oropel muy apartados de la realidad. Hay algo de
verdad en eso aunque no del todo cierto. Es verdad que somos superficiales, hedonistas, y que nos cuesta diferenciar entre la ficción y realidad. Somos emocionalmente inestables, inseguros, y tan narcisista que una arruga nos
puede poner a llorar. Representamos
tantos personajes que terminamos por no saber quiénes somos. Es el precio que tenemos que pagar por besar a
tantas bocas.
Como artistas somos ultrasensitivos, fantasiosos, e impresionables. Sufrimos más
que la mayoría y la fama nos puede encumbrar o aniquilar. Las separaciones nos duelen tanto que nos
trastornan. Buscamos pronto quien llene
ese vacío interior solo para caer en una nueva decepción.
La popularidad con frecuencia nos marea y hace perder la cabeza. Recibimos tantos elogios que empezamos a
gravitar entre las nubes. A veces
recurrimos a los estupefacientes para aliviar estados de angustia o frustración. En mi caso en
forma esporádica nada más.
Mi vida transcurrió entre hospicios y uno que otro hogar
adoptivo. Mi madre trabajaba en unos estudios de cine y a mi padre nunca lo conocí. Esto me produjo una sensación de orfandad
toda la vida. Desde niña tuve la
impresión de ser un estorbo para quienes me trataban.
Siempre viví pensando que nadie me quería. Me he casado varias veces para no estar sola y sentirme protegida. Lo cierto es que la vida me trajo a un set
cinematográfico que me convirtió en estrella de cine. Pronto descubrí que la fama no trae la felicidad.
Tengo miedo a la muerte y jamás me suicidaría. Creo firmemente en Dios y en los valores de fe. Los principios que me
inculcaron las religiosas en hospicios nunca se me han olvidado. Suelo ir a misa los
domingos a una parroquia cercana de incógnito.
He cometido muchos errores que la vida me ha cobrado demasiado caro. Como haberme enamorado de un hombre casado y algunos abortos provocados al principio de mi carrera. Con el tiempo afectaron mi matriz.
Me casé y divorcié muy joven en plena segunda guerra mundial. Entonces la necesidad me obligó a
trabajar en una fábrica de refacciones de avión. Un
fotógrafo me invitó a posar desnuda para una revista. Le fui cobrando amor al oficio que fue mi salvación y condena.
En horfanatos donde vivía mi madre me visitaba con frecuencia. Me llevaba a los estudios de cine donde trabajaba y ahí conocí a grandes luminarias del cine internacional. Soñaba con ser tan famosa como ellas. Las veía bellas, aclamadas, seductoras.
Quería ser tan hermosa como Lupe Vélez, o tan misteriosa como
Greta Garbo. Marlene Dietrich, me impresionó con esas
piernas torneadas y un vozarrón de trueno.
A Mary Picford la conocí en plena decadencia y dicen que fue esposa de
Rodolfo Valentino.
A Greta Garbo, "la divina", la miraba
caminar en los pasillos tan despacito como una serpiente. Cómo me fascinaba ver a Gary Cooper ponerse la
corbata frente a un espejo, ¡qué elegante y guapote se veía con esos ojos
azules burilados en el cielo!
Douglas fairbanks, cuando lo encontraba me decía: !Hola pequeñita! Y me regalaba dulces y chocolates. Luego me daba un beso. Me iba corriendo a decirle a mi mamá que un señor me había besado. Ella sonreía acariciándome el pelo.
Douglas fairbanks, cuando lo encontraba me decía: !Hola pequeñita! Y me regalaba dulces y chocolates. Luego me daba un beso. Me iba corriendo a decirle a mi mamá que un señor me había besado. Ella sonreía acariciándome el pelo.
A Mae west, la recuerdo tan sensual y sonriente en el plató. Era muy bromista y se llevaba bien con todos sus compañeros de reparto. Dolores del Río, siempre tan modosita como una princesa. Pero todo eso pertenece al pasado y ya no me interesa. Tengo que aprender a vivir en
el presente. No deseo que nadie me haga daño.
Si hubiera sabido lo que me esperaba jamás hubiera aceptado posar
desnuda para aquella revista. Me convertí en modelo sin saber que la gloria y el infierno me aguardaban. Era sumamente inexperta y me dejé
envolver por los reflectores.
Es demasiado tarde para arrepentirme. Soy el polo opuesto a la
imagen que los cinéfilos tienen de mí. Norma Jean, es una mujer romántica y de corazón tierno. Amo y defiendo la naturaleza, a los huérfanos. Los seres desvalidos me inspiran compasión.
Admiro el conocimiento, el talento. Me gusta leer y escribir. El cine nunca me ha dado un
papel verdaderamente valioso. Para los productores solamente soy "la rubia tonta". Mis fans son la única familia que tengo y los que me aman de verdad.
Tengo pocos amigos. En este medio es difícil encontrarlos.
Solo un perro, un fotógrafo, y un amigo de infancia a quien le
tengo mucho cariño. Cuesta tanto encontrar amigos verdaderos.
Pero creo que los estoy abrumando con mis aprehensiones. Seguramente querrán adentrarse en mi
diario como en una pelicula del tiempo. Espero un poquito de su comprensión al final. Tal vez encuentren una explicación racional a
las interrogantes de mi vida, porque yo no la he encontrado”.
Así terminaba el prólogo. Hice una pausa y observé a Marilyn
absorta leyendo mis poemas. Tomé un vaso
de agua y continué la lectura apresuradamente. Su estilo
me apasionaba. Eran experiencias dispersas de una buena parte de su vida. Como tantas mujeres célebres Marilyn tuvo necesidad de contar su vida. Tal vez presintiendo que moriría joven y que el
público querría saber detalles.
Continuará
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