jueves, 3 de abril de 2014

¿QUÉ TANTO SABES DE SOR JUANA INÉS?





Es conocida en el mundo como la décima musa.  Nació en San Miguel Nepantla, México, el 12 de noviembre de 1651.  Sor Juana Inés de la Cruz, fue una niña prodigio que a los tres años aprendió a leer en el colegio "Calmecac".  Para saciar la sed de conocimientos que su inteligencia reclamaba tuvo que refugiarse en un convento. Ahí estudió diversas obras eclesiásticas y por supuesto la poesía que cultivó como refugió de una existencia restringida. La moral imperante de la época y el matrimonio la hizo rechazar el amor en todas sus vertientes.

Fue reconocida en los círculos del virrey de Nueva España y viajó a la madre patria dónde deslumbró a los eruditos con su conocimiento y talento.  Se cuenta que siendo adolescente anhelaba estudiar una carrera pero en la universidad no aceptaban mujeres.  Entonces pidió a su madre que "por favor la vistiera de hombre para poder ser aceptada".  Podemos entender la frustración de una niña de gran sensibilidad y sed de conocimientos.

Lo único que su autora pudo hacer fue asignarle mentores que le enseñaron el camino de la disciplina y las letras.  Sufrió desengaños en el amor como cualquier mujer pero no se dejó arrastrar por las aguas de la frustración y por el contrario ahí emergió su genio poético.  Con esfuerzos conformó una enorme biblioteca donde vieron la luz la mayoría de sus obras.

Su formación religiosa le permitió dedicar su vida al servicio del prójimo.  Más tarde, entro al convento de las Jerónimas, donde se contagió de una epidemia de tifo, pero Sor Juana no ha muerto.  Sigue viva a través de su palabra sempiterna y sus razonamientos poéticos.  Tuvo una existencia terrenal corta pero brillante y dejó un legado valioso.  Dentro y fuera de México se le mira con respeto y admiración.

Su poesía a través del tiempo ha servido de inspiración a muchas generaciones y se le puede considerar la primer gran feminista.  Muchos la consideran la mujer más brillante que ha dado México y lo dejo a tu consideración amigo lector.




Detente, sombra de mi bien esquivo,
imagen del hechizo que más quiero,
bella ilusión por quien alegre muero,
dulce ficción por quien penosa vivo.

Si al imán de tus gracias, atractivo,
sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero
si has de burlarme luego fugitivo?


Mas blasonar no puedes, satisfecho,
de que triunfa de mí tu tiranía:
que aunque dejas burlado el lazo estrecho

que tu forma fantástica ceñía,
poco importa burlar brazos y pecho
si te labra prisión mi fantasía. 







Hombres necios que acusáis
a la mujer, sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis;

si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?

Combatís su resistencia
y luego, con gravedad,
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.


Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco,
al niño que pone el coco
y luego le tiene miedo.

Queréis, con presunción necia,
hallar a la que buscáis
para prentendida, Thais,
y en la posesión, Lucrecia.


¿Qué humor puede ser más raro
que el que, falto de consejo,
él mismo empaña el espejo
y siente que no esté claro?

Con el favor y el desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.


Opinión, ninguna gana,
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata,
y si os admite, es liviana.

Siempre tan necios andáis
que, con desigual nivel,
a una culpáis por cruel
y a otra por fácil culpáis.

¿Pues como ha de estar templada
la que vuestro amor pretende?,
¿si la que es ingrata ofende,
y la que es fácil enfada?


Mas, entre el enfado y la pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y quejaos en hora buena.

Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.

¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada:
la que cae de rogada,
o el que ruega de caído?

¿O cuál es de más culpar,
aunque cualquiera mal haga;
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?


¿Pues, para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.

Dejad de solicitar,
y después, con más razón,
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.

Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.



Sor Juana declamando su poesía






Todo el boato escolástico que rodeó su vida







Música de la edad media que escuchó nuestra décima musa







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