Embarazo no deseado
José de Cádiz
Nicacio Salinas, fue a ver al ginecólogo para que le diera un diagnóstico sobre aquella misteriosa enfermedad. El especialista mandó a hacer los exámenes pertinentes y tres días después le dijo a boca de jarro:
--No hay duda, está Ud. embarazado.
--¡¡!!, ¿Cómo asi Dr. si soy un hombre?
--Amigo, la naturaleza está llena de sorpresas. Tiene fenómenos inexplicables.
--¡No puede ser posible! ¿Qué explicación le voy a dar a mi esposa, a mi familia, amigos?
--No lo tome tan a lo trágico. Tiene sus ventajas su situación: su esposa dejaría de sentir esos síntomas, lo cuidaría, y hasta dejaría de trabajar. ¿Cuántos hijos tiene?
--Tres
--Tampoco son demasiados. Total, que sean cuatro.
--¡Vayase al diablo, doctor! Tengo que abortar. Antes que se me empiece abultar el vientre.
--Mi estimado, señor, la ciencia lo protegerá. Se hará Ud. famoso. Es un caso nunca visto. Nada menos que el primer hombre embarazado.
--Nada de eso me interesa, ni que la chingada. ¡Qué fama ni que su abuela! Seré el conejillo de indias de la Organización Mundial de la Salud.
--¿En dónde trabaja, Ud?
--Doy clases en una universidad. ¿Cómo voy a llegarle a mis alumnos con una panza?
--Podemos confeccionarle ropa adecuada. Pantalones holgados, chambritas, camisas de paternidad.
--¿Me va Ud. ayudar a abortar o no?
--No es tan fácil en su caso. ¿Por dónde haríamos el legrado?
--¡Eso lo debe saber Ud. que es tan bueno para noticias tan desconcertantes! ¡Es un inepto!
--No le digo, ya empezamos con la neurosis, propia del embarazo. Comprendo su situación. Pero, créame, matar un feto no va conmigo. Allá Ud. si quiere convertirse en criminal.
--Oiga, ¿y de quién puedo estar embarazado, si yo no?... Digo, solo tengo relaciones con mi esposa.
--Eso lo debe Ud. saber, amiguito. Haga memoria. Es frecuente que la primera olviden el asunto.
--Bueno, debo sincerarme, en mi adolescencia tuve una relación con un gay. Era un militar y mi vecino. Un día me pidió que lo penetrara y luego me puso una pistola en el pecho para que... ¿Si me entiende, verdad?
--Perfectamente, para que hubiera reciprocidad.
--Pero eso fue hace más de 20 años. No puede ser que de ese tiempo a la fecha yo salga con mi domingo siete.
--Los espermatozoides se pueden conservar, mi estimado. La ciencia está muy avanzada. Existe la inseminación artificial.
--¡Nada de eso se mencionaba en ese tiempo! No he vuelto a tener una relación homosexual. Debo enfrentar mi situación, ahora mismo. ¿Cómo darle la noticia a mi esposa?
--No se preocupe, si gusta yo la puedo llamar, se la daré sutilmente. De hecho, ella me pidió una cita.
Nicacio se fue a su casa totalmente abatido. No sabía si comprar chambritas o suicidarse. Todo era tan desconcertante, tan ilógico, ¿cómo puedo estar preñado? Se preguntaba. Aquello tenía que ser una pesadilla. Pero el diagnóstico sobre la mesa certificaba claramente: "embarazo de tres meses". Se le quitó el sueño, las náuseas aparecieron, hasta sentía pataditas en el vientre. Su esposa le preguntó:
--¿Qué te pasa, Nicacio, te noto extraño? Ya no platicas conmigo, ni quieres comer. ¿Qué te sucede mi amor?
Casi a punto de llorar su cónyuge le contestó:
--¿Ya viste el diagnóstico que me dio el ginecólogo?
--Desde el día que lo trajiste.
--¿Y qué piensas de mi embarazo?
--Que eres un tonto, Nicacio, ¿cómo pudiste creer semejante patraña?
--¿Qué quieres decir?
--Yo le dije al médico que te diera ese diagnóstico. Para que veas lo que se siente estar embarazada. Para que seas más considerado conmigo y no me dejes sola tanto tiempo. Ahora comprenderás lo que es ser madre y ama de casa. Tu problema son las lombrices. El Dr. me dio un jarabe para que las expulses. Anda, te daré la primer cucharada. Pinches lombrices.
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