viernes, 12 de diciembre de 2014

TALLER LITERARIO II






José de Cádiz



La verdad es que un taller literario es una especie de refugio de gente desolada que trata de encontrarle sentido a su vida.  Gente triste o desubicada que no encuentra la felicidad.   Tratando de asirse a las letras como un naufrago al salvavidas.  La soledad también puede actuar como acicate.




Las páginas literarias de Internet tienen la misma función, son refugio de gente inestable o frustrada. Se afirma que los poetas o creadores son neuróticos en potencia, personas obsesivas o cicloides que buscan la estabilidad emocional.  Pero alégrese, si se considera el más infeliz de los mortales, puede que también sea un creador fuera de serie.






Thorton Wilder escribió: "Estoy convencido que con algunas excepciones, una forma u otra de infancia desdichada, es esencial para la formación de talentos excepcionales".  Es paradójico, y según esta tesis, entre más desdichada fue una persona más aflora su talento.

Por otra parte, las personas inestables emocionalmente tratan de encontrarle una explicación racional al destino.  En un taller de letras convergen personas que padecemos el mismo dolor, la misma desorientación. Encontramos esa especie de identificación y camaradería con nuestra causa.  La desolación se hace más llevadera entre muchos que se brindan apoyo mutuo.  "Escribe, tienes talento", nos dicen nuestros compañeros.

Naturalmente, que hay otros motivos que impulsan a escribir, la pobreza puede ser otro detonante. La pérdida de un ser querido genera un estado de angustia que necesita una válvula de escape. No obstante, aclaramos, hay compañeros que llegan rebosantes de entusiasmo y con ganas de comerse al mundo con la pluma.  Todo parece indicar que son completamente felices.





Los integrantes de aquel taller no las ingeniábamos para encontrar motivos para escribir, para escapar de la monotonía.  Íbamos a la playa, a bailar al bar del barrio, a la feria, al cumpleaños.  Visitábamos panteones, museos, salas de arte, todo cuanto nos diera una oportunidad de asomarnos a los entretelones de la existencia.  Obviamente, la mayoría eramos jóvenes.







Por eso aquel día decidimos ir al antro el "zorrito", sin sospechar que nos esperaba un desenlace tan desafortunado.  Y nos marcó de alguna manera ese acontecimiento.  Después de seguir tomando a Carmensa se le alborotaron adrenalina y hormonas. Sin medir las consecuencias atacó al parroquiano y lo mató.

Nos llevaron todos a declarar y Carmensa quedó formalmente preso. Lo condenaron a 10 años de prisión. Lo peor es que no alcanzó fianza por ser un crimen atroz y premeditado.  Por si fuera poco ya estaba fichado. Le aplicaron todo el peso de la ley porque el papá del junior era muy influyente. En México, si tienes dinero, las leyes son benévolas, pero si careces de recursos te hunden sin misericordia.





Durante un tiempo nos negábamos a ir a visitar a Carmensa por vergüenza. Sentíamos una especie de remordimiento y rechazo.  Nos ausentamos un buen tiempo del taller para tratar de olvidar el acontecimiento. Aunque aquel travestí en general se había portado bien con nosotros.  Ciertamente, se había transformado en homicida, pero era amable, inspirado, y solidario. Tenía un gran concepto de la amistad.

No obstante, recordábamos con tristeza los encabezados de los diarios: “Taller literario nido de malvivientes”, “¿Escritores o psicópatas?", “¡Libres los poetas de la muerte!”, todo un escarnio de nuestra imagen como creadores. Nunca recuerdo haber recibido tanta publicidad negativa. El taller pasó de ser un espacio para crear, a un circo romano de cuarta categoría.

Mis amigos ya no me querían ni hablar. La prensa amarillista miente mucho para vender un tiraje. Un día un amigo me saludó en la calle-: ¿A poco ya saliste de la cárcel?, ¡Uuy, yo te hacía en las islas Marías!”, estallando en carcajadas. Los reportaros nos buscaban para atizar la curiosidad del respetable.  Nos negábamos a dar entrevistas porque luego escribían las más feroces intrigas.

Indira Raquel, de plano se fue un tiempo a la Cd. de México. El taller se había quedado casi vacío. Carlota, como se auto proclamaba directora, se quedó firme como un poste, y ella solita hacía declaraciones a los medios. Nosotros tras bambalinas sonreíamos.

Inconscientemente, deseábamos borrar ese episodio bochornoso de nuestra vida. Como si nunca hubiera existido tal cosa. Craso error porque las cosas malas nunca se borran y a veces es mejor enfrentarlas. Después de todo, la vida es solo un viaje, y como tal tiene altas y bajas.  Además, las experiencias malas pueden capitalizarse.

Por eso cuando se nos avisó que publicaríamos una antología no dudamos ni un momento en regresar al taller.  Posteriormente, decidimos visitar a nuestro amigo Carmensa en la cárcel. Se alegró al vernos, lloró, y lo abrazamos. Todos nos sentíamos culpables por presentarnos en el bar en estado de ebriedad. En cierta forma eran las consecuencias de un estilo de vida bohemio.






Ahora bien, no sé por qué cuajamos tanto en el aspecto de la francachela. Éramos como caballos desbocados que durante años habían tenido encerrados. Cuando se abre el potrero la caballada, relincha, retoza y brinca. En mi caso, quería recuperar el tiempo perdido, años de disciplina y formalismo. Los demás seguramente vivían algo parecido.

Todos teníamos proyectos de vida y muchas esperanzas con nuestro futuro. Nuestras expectativas como escritores eran numerosas. La mayoría veníamos de universidades y una carrera que no terminaba de agradarnos. No todos teníamos trabajo por supuesto. Pero ni falta que hacía porque cualquiera te invitaba a tomar la copa. La literatura era un oficio y un esparcimiento que se llevaban muy bien. Al pagar la cuenta, nadie escatimaba, y algunos como el señor Cano eran sumamente generosos.






Nadie ignora que Acapulco es un centro turístico para explayarse y la diversión desenfrenada. Es como si las luces de la Costera excitaran motivando a soltarnos el pelo. Una avenida llena de antros y turistas de todas las nacionalidades. Las luces de neón parecen seducirnos sin remedio. Restaurantes y cabarets anuncian con bombo y platillos sus mejores shows. Una aventura sexual es de lo más común en el puerto. Sin embargo, debido a lo ocurrido, ahora nos comportábamos más cautelosos.




Cuando visitamos a Carmensa quisimos levantarle la moral: lo invitamos a participar en nuestra antología próxima a publicar. Se le alegraron los ojos y Jimena le dijo acariciándole el pelo: “escribes bien chingón, manito”. Efectivamente, aquel travestí, tenía unas poesías eróticas de gusto exquisito, y estábamos seguros darían mucho de qué hablar.






Aceptó encantado participar con nosotros. Todos teníamos derecho a publicar, una poesía o cuento, pero a él le permitimos participar con dos poemas. Uno, en donde narraba sus vicisitudes en la cárcel. Otro, dedicado a su amante que al verlo hundido ya no quiso saber más de él. Era francamente conmovedor lo que estaba viviendo y se encontraba deprimido.

Cuando nos retirábamos se acercó llorando y nos contó que lo habían violado varias veces en la cárcel. Que al llegar lo habían arrojado a los presos como castigo por asesinar al junior. Se aprovechaban de su condición de homosexual los infelices. Estaba muy golpeado de la cara y sentimos gran indignación.





Tuvimos que prometerle visitarlo más seguido y suspiró resignado. Después de todo aquel ambiente era propicio para inspirarse y escribir. Los centros de “readaptación social”, en México, son verdaderas escuelas del crimen.  Nadie se regenera ahí, y por el contrario, generalmente se vuelven expertos criminales. Un delincuente se envilece más al estar en contacto con el vicio. Nos hicimos una coperacha y le dejamos algunos dólares. Se mostró agradecido y sonrió con amargura. El mejor regalo que le pudimos hacer fue invitarlo a participar en nuestra antología.

El tiempo siguió su curso, nosotros seguíamos escribiendo y publicando en algunos periódicos. A veces la rutina hacía estragos y buscábamos otros motivos para inspirarnos. De vez en vez hacíamos una llamada al grupo para preguntar si había llegado un nuevo o a dónde iríamos de juerga el sábado. Regresábamos al taller con la esperanza de encontrar nuevos amigos. Así era, efectivamente.

Fue durante un alejamiento voluntario que me llamó Nicole para informarme que habían decidido visitar por segunda vez a “Carmensa”. Se acercaba la navidad y querían darle una sorpresa. “Debes venir con nosotros y pensamos hacer un rol de visitas”, me expresó solidaria.  Me encantó la idea de visitar nuevamente el reclusorio que en México les llaman: "Cerezos".

Yo sabía que la cárcel era una caja de sorpresas llena de experiencias escalofriantes. Hacía tiempo que quería escribir una historia interesante. Pero no un cuento inventado, como los que acostumbrábamos en el taller, sino algo más tangible, más real, totalmente diferente. Me comían los dedos ante semejante expectativa.

Me trasladé a casa de Nicole en donde solíamos reunirnos los sábados. Encontré una discusión acalorada entre Cesar y Carlota, "la huevosfritos". Ella, le reclamaba por negarse a visitar a nuestro amigo en la cárcel. Él, se defendía argumentando que “la carmensa”, siempre había andado tras sus huesos, y ahora seguramente pensaría que cedería a sus pretensiones.  Se expresaban coléricos.

Ante semejante discusión, Cesar finalmente se levantó y dio un golpe en la mesa, ante el desconcierto de todos:

-¡Vayan ustedes a visitarlo! Y si se lo quieren coger, ¡Adelante! Yo no respondo por nadie, allá ustedes. Yo no voy andarme exhibiendo con un putito en la cárcel.

-¡Qué mal amigo y prosaico eres! –le espetó Indira Raquel-, nunca pensé que fueras tan cabrón y pre juicioso.

-¡Ni yo pensé que fueran ustedes hermanitas de la caridad! -contestó al instante. Yo no tengo tiempo para andar de samaritano de un joto. Ni que fuera mi hermanito el tipo ese.  ¡Y no voy a ir simplemente porque no me da la gana!

-Y si fuera tu hermanito -inquirió perspicaz “el santoniño”- ¿sí te gustaría que lo visitáramos? Bien que fuiste a beber con él al "zorrito".  ¡Claro, como te pagó la cuenta!

-Si fuera mi hermanito, le metería un balazo en el ano, y lo dejaría que se pudriera en la cárcel.

-¿No será que tu homofobia te denuncia? –le arrojó con sarcasmo Carlota.  A lo mejor no eres tan macho, como pretendes, fíjate.   La psicología froidiana dice cosas interesantes acerca de esa actitud.

-¡Piensa lo que quieras psicóloga de mierda! Me vale madres lo que opines. Ese tipo es muy descarado y siempre me anda insinuando cosas. ¡No iré aunque se paren de cabeza!

La reunión terminó dividida entre los que querían visitar a “Carmensa”, y los que tenían motivos para no hacerlo.  Estos últimos argumentaban que podría desatarse nuevamente el escándalo si se enteraban los diarios. Todo estaba tan reciente en la mente de los porteños. La verdad, es que tanto unos como otros, tenían la razón. Todo es posible en el ambiente carcelario.

Había quienes proponían que era conveniente visitar más seguido el reclusorio. El "santoniño", nos motivaba entusiasmado-: hay muchísimo material para escribir ahí. Nicole, lo secundó agregando-: ¿Qué estamos haciendo aquí? Si nos desplazamos a la cárcel tomaremos contacto con otra realidad. Tenían razón, pues encontramos una realidad demasiado “cruda”, como verán más adelante.

Para concluir “el santoniño" sentenció doctamente: “Las mejores obras se han escrito en prisión”. Ahí escribió Hitler "Mi lucha", y Oscar Wilde su "Balada de la cárcel de Reading". Total, que nos acabó de convencer y durante un tiempo el centro de operaciones del taller fue la cárcel. ¿Imaginarán ustedes lo que escribimos ahí?

 
Se llevó a votación la propuesta y se acordó que visitaríamos a “Carmensa” el próximo domingo. ¡Nos llevaríamos ingratas sorpresas!



Continuará...





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