El rincón del esoterismo
Mi encuentro con La llorona
Cádiz Molina
Durante mi niñez escuché historias acerca de esta dama de ultratumba. Vienen desde la época de La colonia y sobreviven actualmente. En mi infancia cuando me sentía incomprendido leía cómics: “El caballo del diablo”, “Cárcel de mujeres”, “Los súper sabios”, “Los super machos”, “Kalimán”, “Memín Pinguín”, etc. Cuando me castigaban en la escuela también lo hacía. La "literatura barata" era para mí una válvula de escape. Gracias a ella me aficioné a la cultura. Actualmente leo cosas más interesantes.
Las anécdotas que más me apasionaban eran las verbales. Escuché pasajes francamente tenebrosos. Mi abuelita hablaba de chamanes y duendes. Los albañiles y campesinos mencionaban La llorona como si hablaran de la vecina: “Anoche oí a la llorona y algo malo va a suceder”, sus alaridos eran como un vaticinio trágico. Nunca creí en nada de eso. Pensaba que eran miedosos e imaginativos. “La llorona no existe”, me decía.
Posteriormente me enteré que existen diferentes dimensiones o planos de conciencia. Que un difunto accede a la 4a o 5a dimensión. Los fantasmas son tan reales como el cerro que tienes enfrente. Lo he podido comprobar. Podemos comunicarnos con ellos. Le perdí el miedo a los seres de ultratumba cuando me sucedió lo siguiente:
Una noche yo dormía profundamente. Mis vecinos escucharon a la llorona durante toda la semana. Pues bien, a las 3 PM desperté como si me hubieran tocado delicadamente. La noche era silenciosa. Sólo un taxi se paró frente a mi casa y bajó algún pasajero. Había una quietud inquebrantable. De pronto, escuché un alarido largo y estremecedor. No sentí miedo sino curiosidad. Me quedé quieto para cerciorarme que no estaba soñando. De nuevo escuché los gritos y eran de una mujer sufriendo lo indecible.
Vivo frente a la carretera nacional y pensé que había ocurrido un accidente. No había tal cosa y aquel ser se acercaba en dirección a mi casa. Comprendí al instante de quien se trataba. Había llegado el momento de conocerla. Tomé las llaves de la puerta pero el cerrojo no cedió. La calle estaba semi alumbrada. Me fue imposible abrir. Golpeaba la cerradura en mi afán por verla pero no pude hacerlo. La llorona pasaba justo frente a mi casa. Seguro que otros también la escucharon porque sus alaridos eran demasiado fuertes. La consumía una gran pena. Tomó una calle cuesta arriba donde se desató una ladrería de perros que apagaron lentamente sus gemidos. No la vi y solo tuve el gusto de escucharla. No ha llegado el momento pero llegará. Y cuando la tenga enfrente le preguntaré: “¿Qué te pasa buena mujer por qué sufres tanto? ¿Podría ayudarte en algo? Me hubiera encantado conocer su aspecto. Dicen que usa ropas vaporosas y camina sin pisar el suelo
¿Qué sucedió en mi comunidad?
Al otro día se escuchaban comentarios por todos lados. Aún los escépticos nos rendimos ante la evidencia. No sé si fue el inconsciente colectivo pero a los 15 días hubo un aparatoso accidente automovilístico donde murieron 7 adultos y una niña. Quedaron destrozados y los recogieron a pedazos. Toda la comunidad acompañó y eran de diferentes familias. En efecto, no fui el único que la escuchó.
No he vuelto a tener otra experiencia similar. Creo firmemente en los fantasmas. También en duendes, hadas y chamanes. No temo a los desencarnados. Me gusta visitar panteones muy antiguos que tienen leyendas como esta: “Falleció la Sra. Rosenda Fernández el 27 de julio de 1929. Su esposo e hijos le rinden un homenaje”. Me imagino a la señora en vida. ¿Era guapa, valiente, rica? ¿Qué tendría de especial? ¿Su esposo la engañó y se dejó morir? ¿Se casó por interés o por amor? Y entonces dejo volar mi imaginación.
Afortunadamente, conozco las 7 dimensiones del alma. Sé a dónde van los desencarnados. Donde nos reuniremos todos algún día. El alma y espíritu son inmortales. Será mejor familiarizarnos con las ánimas en pena... ¿No les parece?
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